lunes, 17 de marzo de 2014

Los muertos al lado del Patria Marathón



No volvería San Pedro Sula jamás si de mi dependiera, pero recuerdo que en mi primera temporada en la ciudad iba todos los domingos a tocar guitarra al cementerio Paz Barahona, ese famoso depósito donde están todos los muertos que estando vivos construyeron esta infernal ciudad al pie del Merendón.

Eran mis primeros años en McCann Erickson, me llevó allá Raúl Zavala, sin experiencia, sin saber más el inventario de lo que llevaba puesto, era tal la ruina de mi vida en ese entonces y la soledad en la que vivía que dos días antes de partir a esta ciudad estuve sentado toda una tarde de un sábado llorando en el Parque La Leona, me sentía como el demonio en la arena caliente del infierno, degradado, confundido y lleno de una terrible cólera, no fue fácil convivir con mi padre, ni ver como mi madre se marchitaba a causa de sus maltratos, ha sito tanto el peso de esos días que todavía soy la furia de esas fechas.

No creo que pueda saldar las cuentas del alma con mi padre y mi odio a malsano amor a esta ciudad vienen de esos días. Hay noches que vengo a ella y hablo con mi tío Juan que en sus manos sostiene todas las piedras de colores que recogió de la Mina de El Mochito, escucho su dulce voz y cuando quiero decirle que siempre lo recuerdo se pone de pie y sin contestarme jamás camina hacia la Junior hasta perderse con la tarde.

Hay noches en que me despierto en el cuarto de Margoth, ella está en la ventana y toda la luz del Patria Marathón le baña su rostro, la tele suena y en la cocina se escucha las risas de Orbelina, de Miguel, de mi Padre.

La última noche que estuve en San Pedro Sula, iba con mi corola azul subiendo a las dos de la mañana de Megaplaza a la Catedral, dos patrullas me cortaon el paso y policías me sacaron a la fuerza del carro, sin mucho cariño me tiraron al frío cemento del boulevar, mientras me sacaban los papeles de la cartera y sentía una de sus botas en mi espalda, mi mente barruntaba que llegaba a la conclusión que esa ciudad era una mierda y que ya estaba cansado de pastores, apóstoles, travestis y mujerzuelas y que era hora… me levantaron y con el mismo desamor me entregado mi cartera mientras

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