miércoles, 11 de enero de 2017

El primer Gagarin de nuestro Penny Lane

 


De muchacho el ahora  escultor Marco Cueva era una leyenda urbana en aquel Penny Lane llamado Loarque, un lugar lejano que quedaba al sur de la ciudad. Fue el primer desertor de la educación formal, un aventajado estudiante de Ingeniería Eléctrica que decidió cambiar su futuro burócrata por el arte y estudiar en la Escuela de Bellas Artes Konsthögskolan en Estocolmo.

Es un maestro de la piedra con la que representa objetos volátiles que siempre están cambiando de forma, como las nubes, el humo. No lo miraba desde 1989, el año en que se fue, y desde ese año jamás las matemáticas de la coincidencia nos habían reunido.

Compré una pecera para hacer la foto y cuando iba camino a traerlo, conociendo lo parco que es, me preguntaba si al final la esfera de vidrio tendría otro inquilino en la historia de mis fotografías. Iluminé rápido, más apostándole a la suerte porque el vidrio es más traicionero que un político en campaña, lo senté en el taburete del piano y capture la escena flotante de su cabeza sobre un fondo negro, una imagen espacial que refleja lo que en la calle se hablaba de aquel estudiante de ingenieria que se largaba de Penny Lane para estudiar arte en un país de nombres impronunciables.

Para mi, que vagaba por aquellas  aceras de Loarque huyendo de mi realidad, alguien que iba a estudiar arte, era lo más parecido a Yuri Gagari que un  12 de abril de 1961 se convirtió en el primer hombre en viajar al espacio.

Les dejo aca su espacio sideral.













martes, 10 de enero de 2017

La llamadita.




Hace mucho tiempo, cuando era Director Creativo de una agencia de la que no me quiero acordar, le pedí a Guillermo que hiciera un tema para una campaña de una compañía de telefonía celular, se metió al estudio con el productor y guitarrista Guayo Cedeño y al día siguiente me mandó "La Llamadita", la presentamos pero era demasiada canción para el ejecutivo de cuentas que al final era el hermano de la tía y primo segundo del chofer sin dientes de Ana Belen: que en lenguaje publicitario quiere decir "Que no puede decidir ni siquiera que va a almorzar" años después la he encontrado después de bucear por abisales fisuras en un disco duro.

Me contaba hoy el poeta Rubén Izaguirre, a quién tomo muy en serio en cosas de sueños, que en una dormida soñó que Guille le tocó la puerta de su antigua casa en la cuesta de La Leona, venía con su guitarra al hombro, como el legendario Hunty Gabbe, dispuesto a disparar acordes y lo pasó a la sala, le pregunto como estaba mientras se levantaba a traerle una taza de café a la cocina, escuchó que le dijo: ¡Bien... estoy dormido! y cuando regresó con el café, ya no estaba.

Me llamó poderosamente la atención la coincidencia de la canción y la llegada del poeta a quien siempre he considerado un magistral poeta y un misterioso portavoz de los sueños. Se las comparto como prueba de lo mucho que hace falta su alegría y color de patria.

El joven Anderson.


La caída.