En la pizarra de mi oficina tengo colgada esta carta de mi hijo Pablo para Santa, le leo cuando las nubes tapan el sol, cuando los demonios se pasean por la calle, cuando siento que la sangre se enfría y puede aparecer algún demonio.
En ella está plasmada la inocencia que nos hace ir hacia adelante y el amor infinito que nutre el corazón, por eso la guardo, en las noches oscuras, brilla como un sol señalando el camino y ahora que el rastro de los caminos que decidí seguir no son tan claros, la llevo doblada en mi alma para sacarla y leerla cada vez que un fantasma parece alumbrar el camino.
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