lunes, 3 de febrero de 2014

Un domingo 2 de febrero en la esquina del actor



He buscado en mi memoria y no encuentro el momento exacto en que conocí al actor Mario Jaén, lo que si recuerdo claro son todas las veces que lo he visto desplegar su intensidad de actor, maestro de la dramaturgia, escritor sin la adicción del plagio y eterno doctor en la alegría, Mario ha escrito memorables páginas en la historia del teatro nacional.

Fui a visitarlo a su cubil felino y sobre el libro de Homero, en la esquina de la dramaturgia, donde tiene todos sus libros sobre ese milenario oficio, habló largo y tendido del culpable de su amor al teatro, de Aquiles, de Ulises y del drama diario que sube y baja por las montañas de la patria.

Hace muchos años, cuando El Magnífico era Rector de la Universidad montó una comedia en pantaloncillo cortos  para ir a ver un eclipse a Amapala, no aguantamos las ganas de burlarnos y montamos una obra que se llamó 1900 dónde nos reíamos del siglo que estaba por venir y del desparpajo con que Ramos Soto,  con las cañafístulas al aire y mujeres paracas dando vivas a su nombre  montó tremendo papelón histórico.


Durante 7 días y más de 20 funciones en la Sala de Teatro  Padre Trino, cientos de estudiantes se rieron con nuestro absurdo y casi nos declaran Non Gratos en la UNAH, en una de las funciones Mario me presentó diciendo,  -…con ustedes un cantautor de mucho peso-, las risas no se hicieron esperar, cuando me tocó presentarlo le devolví el favor: -…con ustedes el mundialmente desconocido Mario Jaén-, desde ese día por tácito acuerdo, se prohibieron las chinitas en el escenario por lo cortopunzantes y rápidas que eran, y porque entre licantros no es bueno andarse enseñando los colmillos, ni mirándose la cola.

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