lunes, 7 de diciembre de 2015

El barco de ratas



Una vez, un sabio me dijo que la democracia es un inmenso barco de ratas en medio de un oceano de personas manoteando para no ahogarse, cada uno con su profesión, con su oficio, con su rudimento , gritándole a los de el barco, que es escoltado por la iglesia, la policía y el ejército, cual es su habilidad. Ver como la ley se vuelve plastilina y lo que ayer es extraditable, ahora no lo es, escuchar abogados decir que dos más dos es igual a siete y mediante dibujos complicados en donde ángulos y rectas se cruzan audazmente, demostrar que el plomo puede flotar y el corcho se puede hundir, no me deja más que la real posibilidad de la indefension total y de el fracaso de la ley.

Thomas Paine decía que "Hay dos clases de ciudadanos en una nación, los que pagan sus impuestos y los parásitos que los malgastan", y  el famoso fiscal de el distrito de New Orleans James Garrison, el único que llevó  a juicio a los conspiradores por el asesinato de Kennedy, argumentó en su alegato final, al botar por el suelo la ridícula teoría de la "bala mágica" del que fuera más tarde el Senador  Arlen Specter, de que "en teoría se puede afirmar que un elefante puede colgar  de una margarita en un abismo, pero la realidad se encarga de desmentir tal hipótesis".

Con el caso de Callejas, el régimen suma , resta, divide y saca la raíz cuadrada, buscando un resultado que no comprometa los hilos negros que lo unen al expresidente, toma distancia, guarda silencio y ruega a dios por algún huracán, terremoto, ataque de ISIS o la vacuna del SIDA, que distraiga a la vil comuna que pide la cabeza de uno de sus más corruptos delfines.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

La era del hielo.


La patria, sólo es de aquel que puede concebirla.



Hay un grafiti, escrito presuroso, con las curvas que da el temor a que venga la patrulla, en el que se lee que "Los pobres no tienen patria", es una frase que disgusta al escritor Juan Ramón Martínez, quien la acusa de falsa e hipócrita. Por supuesto que el disgusto, es el de alguien que escribe siempre justificando un despiadado sistema, abogando por una democracia maltrecha y asintiendo sin mesura todas las posturas  ultraderechas de aquellos medios que le abren los micrófonos y le ponen papeles en blanco para que escriba. En ese artículo de la Tribuna, el 15 de Septiembre del presente año, el escritor denuncia la hipocrecía de aquella frase, en una moserga aburrida sobre su pobreza de niño , las carencias familiares, el espíritu invicto que mirando una parpadeante estrella en el cielo negro se alza sobre si mismo para lograr mejores estadios de vida manteniendo invicto su pristino amor por la patria.

Me recordé de la frase que le produce vómitos al escritor a sueldo de Wong Arevalo, cuando miré esta foto, donde dos empleados municipales cargan los desperdicios de la playa municipal de Puerto Cortés en la tela del pabellón nacional y me causa humor el escándalo y diluvios de moralinas sobre el hecho, seguro los dos empleados serán despedidos de inmediato y la fiscalía, presurosa, les incoará un proceso por profanar el más alto símbolo patrio.

Pero la imagen es reveladora en sí, en un momento en que nuestro país es vendido al mejor postor, su institucionalidad no vale nada, su justicia está en manos de una clase depredadora, sus medios no dicen la verdad y sus líderes religiosos se venden a un precio que hasta a Fausto le daría risa.

La patria, sólo es de aquel que puede concebirla.