viernes, 29 de junio de 2018

El cuarto día gloria.


El primer día de gloria fue el día en que miré a tu madre, el segundo, el día que te miré en sus brazos por aquella ventanita en el sexto piso del Seguro Social, el tercer día de gloria fue ver a Pablo por primera vez y el cuarto ha sido este, verte Graduado, frente a la puerta abierta de la vida listo para entrar.

Te diré querido hijo, que del otro lado hay luz y oscuridad, amigos que son como hermanos y enemigos malditos ocultos tras caras amistosas y manos cuidadas que son hiedras venenosas. Claramente recuerdo despertarme a media noche cuando era un muchacho como vos, aterrado, preguntándome cual sería mi lugar en este mundo. En la violencia que viví en mi hogar, en el desamor del que siempre fui testigo, nunca los caminos fueron claros, miles de senderos se abrían ante mi, era la encrucijada del demonio y no sabía que precio tendría que pagarle al que me dijera que camino tomar.

La universidad no fue diferente, a pesar de tener una mente privilegiada, fui incapaz de ser constante, eternamente viví en conflicto con mis maestros, la violencia de la casa, la llevé a la universidad, los complejos de inferioridad me carcomían a diario, cada clase era un plomo. Desde la universidad caminaba hasta Loarque aprendiendo la Historia del Tiempo de Hawking o resolviendo ecuaciones y derivadas, que misteriosamente no podía resolver en las aulas, en mi mochila estaba el Diario de Viajes y Estrellas de E. Lem y la Geometría de Baldor, pero en la Universidad sufría lo indecible en cada clase y los exámenes eran una tortura imposible de superar.

Luego vino ese día en el CB en el que tomé la fatal desición de abandonar la Universidad y soñar despierto conjugando el verbo fracasar, en ese tiempo perdíamos la casa de Loarque y la violencia en la casa era cada día peor. Así que me volví un músico de ciertas luces, caminé ese neblinero camino hasta que una noche me di cuenta que era un miserable, un día en el parque La Leona, lloré amargamente, no tenía nada, ni educación, ni suerte, esa semana un  Creativo llamado Raúl Zavala me llamó y me dijo que fuera a San Pedro Sula a trabajar por 3,000 lempiras como Copy, ahí conocí hermanos que nunca dejaron de alumbrar mi camino como Manuel Cruz, de quién llevás su nombre.

Desde ese día hasta hoy ha pasado mucho cielo y el día que el médico me dijo en ese edificio de los Rosental que tenía un 90% de no salir vivo de esa operación, lloré amargamente porque había malversado mi vida y se ponía en riesgo lo más preciado que eran ustedes. Entré en ese quirófano con las palabras de la hija de Eddard Stark cuando pregunta si un hombre valiente puede tener miedo y el le responde que solo teniendo miedo se puede ser valiente; cuando los miré desde el 4to piso, por aquella ventana en Dunkin, supe que había nuevamente vencido la muerte.

El miedo es una enfermedad no dejés que te contamine, hay cielos largos e infinitos esperando ser de aquel que no tema volarlos, por lo demás gracias, fue un día de gloria el que me regalaste, me faltan tres el de tu graduación de la universidad y los dos días de Pablo, después de esos días estaré en paz para irme de aquí hasta el cielo o hasta el infierno en bicicleta.



viernes, 19 de enero de 2018

La selfie debajo de la selfie.


Probando un lente nuevo, me dieron ganas de esta selfie lunática y demente. Quizás para inaugurar  un nuevo año de fotografía siempre buscando una nueva visión.