Fue mi primera temporada en San Pedro Sula, despuès del currelo en McCann, en el séptimo piso del Banco Atlántida, donde nos sentábamos en la cornisa para fumar y ver la ciudad, en que los domingo salía con mi k1000 a capturar la luz y la sombra de una ciudad con permamente calentura.
Ese domingo, nos vimos con Hunty Gabbe, caminamos por las líneas del ferrocarril y le hice esta foto, que sin saber por qué se la regalé a una exnovia que jamás podría diferenciar entre una foto de Man Ray y un selfie de facebook, así que la perdí y por más discretos avances y acosos para recuperarla, fue imposible.
Como todo círculo que se cierra, la foto volvió y la sumo a este aquelarre de imágenes que comencé a formar desde el año pasado en este árbol enano que no tiene pàjaros. Hunti Gabbe, a mi juicio y el de muchos otros es uno de los mejores guitarristas de centroamerica, metódico como un asesino en serie, si profundizas en su amistad, llegarás a conocerle los cuadernos de armonía perfectamente ordenados y su lápices de colores geométricamente alineados cual planetas, y por más que le hablés mal de alguien lo más que le vas a a sacar es una sonrisa pero nunca una palabra cómplice.
Gran músico de técnica pristina, siempre ha sido el prurito inacabable de algunos dioses devaluados de la guitarra que buscan como vampiros el reconocimiento que no le dan sus interminables solos, aburridas interpretaciones e inflados egos.
Un músico interminable que tengo el honor de conocer, paciente como una ameba y generoso como un resfriado, el hombre de Fender con su fusil arriba, que carga sus armas con balas de armonía.
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