lunes, 26 de mayo de 2014

La vanidad de la ruina



En medio de un trabajo para la Universidad, me tomé unos minutos para retratar diferentes ángulos de Villa Roy, tuve que darle para el fresco al guardia porque estaba prohibido, las grietas interiores eran cuchilladas que bajaban mortales hasta el piso y aunque su historia la dignificaba, sus habitaciones ausentes de fantasmas sólo eran la bodega de las cosas que la memoria desecha.

Desde que me vieron con el equipo de fotografía, no se apartaron de mi un segundo, a lado de las sombrillas y la batería novatrón que resoplaba con cada destello, estaba el guardia atento a que no me fueran a dar ganas de ir a fisgonear por las oscuridades de la casa.

Con el fresco en la mano, el asunto se distendió y pude, bajo la prohibición de no tomar fotos mirar de cerca el cáncer que se carcomía la vieja casona.

Han pasado mucho tiempo, quirófano y vida desde ese día, no volví, y me imagino que ya no se parece  mucho a este cadáver con muletas a punto de caer. Las intenciones de salvar la casa eran buenas, había gente sincera preocupada por esto, pero en Honduras, los deseos sinceros son las lápidas que cubren el camino al infierno, "No había dinero" dicen, lo cual es totalmente cierto, no hay metálico si no es para dedicarlo a jugadores de fútbol o campañas presidenciales. Por ejemplo, en la administración de Miguel Pastor, jamás la alcaldía de Tegucigalpa conoció tal derroche en fabricar un perfil político, creo que nunca se sabrá con exactitud a cuanto asciende lo tirado en canales de televisión, periódicos, revistas, vallas y anuncios de radio para fabricarle al yerno de doña Nora de Melgar una nariz de Presidente, en la administración de Ricardo Alvarez las cantidades fueron el doble o el triple, todo para fabricar una capital que no existe más allá de los pixeles de la televisión nacional y que sirva de cojín para filtrar los pedos húmedos que van camino a primera silla pedorra de la nación.

Por eso el tema de la memoria histórica de la ciudad es un circunloquio de santos, idiotas y perversos pesimistas. es mejor dejar que se caigan las cosas, que la lluvia las lave, que el olvido las consuma para que estas se conviertan en iglesias, parqueos y centros comerciales. A este ritmo de despojos, en muy pocos años, no quedará nada de lo que conociéramos.

No hace falta ser un experto para darse cuenta que la nación se cae a pedazos, iglesias que se queman, los recuerdos que se desmoronan, la muerte oficial que le ofende cualquier disentimiento, el desalojo y el tolete que trabaja horas extras, la señora de la justicia con los bigudíes hechos y las fronteras de la patria que peligrosamente se encogen.

Por suerte, algunos fotógrafos capturaron el esplendor de Villa Roy y tristemente sólo esas memorias quedarán, de ahora en adelante la espada del General Xatruch tendrá que pedir posada; el confesionario del Padre Reyes buscar otro lugar para escuchar pecados; el mural de Rodezno habrá que tomarle alguna foto y el infame pacakcard del 36 del cual Carías gobernaba y disparaba tendrá que ir de llantinas a la calle

La gente del IHAH hizo lo que pudo y a puro arañazo logró conseguir el dinero para las primeras cirugías del museo, pero no fue suficiente, hay cosas más importantes, como el mundial de Brasil, el jet presidencial y los aviones Tucano.

Al leer el dramático diagnóstico  que le pone fin a una época de Honduras, no me queda más que recordar al  ilustre Ventura Ramos cuando escribió que "La Patria no son las clases gobernantes" la patria, es como cuenta mi amigo Jorge Burgos la aventura de ir a robar mangos a Villa Roy; tirar un chicle desde el palco de el Cine Clámer o fingir que Comayaguela y el Propedéutico no conspiraron para conocer a Susy.

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