domingo, 13 de abril de 2014

Sin Nombre



El 15 de mayo del 2009, pocos días antes del golpe de estado contra Manuel Zelaya, se estrenaba sin que para los hondureños significara nada, la película "Sin nombre" de Cary Fukunaga, una película producida por Diego Luna y Gaél García Bernal que explora ese viaje maldito en busca del vellocino de oro que millones de latino américanos emprenden hacia el norte.

De la película , el Philadelphia Inquirer dijo que era una cinta “dura y hermosa”, el USA Today “dolorosa y poderosa”   y el Washington Post de “fàbula emocionante y elegante por partes iguales, tragedia shakesperiana, neo-western y cinta mafiosa, sin pretender ser de esos géneros”.

Un película, políticamente radical, que Fukunaga niega vehementemente que haya sido escrita con ese fin, pero como comenta Joseph Nevins , presenta un retrato compasivo de un viaje que tiene muchas perspectivas,  y que leyendo su artículo me hace ver más allá de esta mirada miope pero válida del premiado director.

Fuera de la moserga de la fotografía, la música, el guión y los estereotipos superficiales de Fukunaga , me llamó mucho la atención  Edgardo Flores, que sin ninguna formación de actuación, ni rancio abolengo actoral  caracteriza uno de los estereotipos del film con una solvencia sorprendente.

Hace unos meses, muy temprano, me intrigó verlo sentado en un muro, en la entrada de un supermercado, en la salida del sur, allí estaba, el actor nacional que sorprendió a los cinéfilos del Festival de Sundace el 18 de enero del 2009.

Quise hablar con él en primer plano y conocerlo de cerca, un joven sencillo, sin grandes pretenciones, salido de los talleres de pintura de los barrios  de Comayaguela y que trabajó bajo la dirección de la cineasta Katia Lara en los comerciales sobre la fatídica 4ta Urna del Gobierno de Zelaya.

Le pregunté el por qué se quedó acá, en este lugar sin Dios, si llegó hasta el Festival de Cine Independiente de Sundace y recibió un premio por su actuación por la en Estocolmo, me reveló que cuando se preparaba para salir y cambiar su vida los acontecimientos del 28 de junio le cerraron en la cara las puertas del futuro.

-Ese maldito Golpe-, le comenté, -fue una tragedia para  muchos y un  -golpe de suerte para otros muchos- que vieron en el torbellino la oportunidad de hincarle los dientes a jugosos fondos en nombre del charanguito venceremos  y la “boinita calada del che”, y ni hablar de los demás, los que sólo tienen por madre un abogado, dos brazos derechos, y por Dios y Virgen : una whooper con extra queso.

Hablamos de cine nacional, de la calidad fresca que los estudiantes de Unitec están logrando, de Cuentos y  Leyendas de Honduras, la cual espero no sea una “película de sustos” aunque lo dudo; de la falta, más de ideas que de tecnología, de la anorexia de alma de las agencias creativas sin fe en la creatividad y la proliferación de criterios creativos idiotas y por supuesto, el viacrucis existencial del  apóstol del arte que quiere vivir de lo que hace.

Después de la sesión de fotografía, lo dejé en el centro, y casi al instante se perdió camino del difunto Cine Clámer, -es duro se hondureño-, pensé, -y es más duro para aquellos  que brillan en un lugar dónde casi nadie mira “los muertos que alumbran el camino”, como acertadamente canta Silvio-.






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