martes, 7 de abril de 2015

Gladiz Lanza y lo que los conejos de la Caja China no dejan leer.


La condena a Gladiz Lanza, esconde una lectura feroz del sistema que entre los conejos que saltan de la caja china para distraer la opinión publica es difícil de leer, pero, para los que saben sortear  los laberintos de la distracción, es claro que denunciar el acoso y la violencia hacia las mujeres sale más caro que callarlo y ser cómplice. Generalmente no nos importa el tema porque no nos afecta, el asunto del acoso sexual es una chisme para contar con una cerveza en la mano, está enmarcado en el anecdotario de la pulpería y es motivo de chanza para los miran la vida al estilo beatnik.

Pero, que pasa cuando involucra a nuestra hermana, a nuestra esposa, a nuestra hija, a nuestra madre, seguramente, el paisaje pasará de diáfano y claro a una multiplicidad caótica de remolinos a lo Van Gogh, ni hablar del laberinto infinito de los tribunales donde las esquinas y los ángulos tienen òrdenes de proteger  al minotauro, de tapar el rastro del funcionario, de limpiar con miles de legajos legales el rostro de aquellos que detentan el escritorio y su poder para cocinar como el Toro de Falaris  a quién no se someta el estado normal de las cosas, ese estado donde la mujer es asesinada, ninguneada, violentada y privada de todo lo que no sea el papel de madre, amante y relleno de boleros.

Seguiremos pasando de largo, la temática no es importante, hay bastante circo, y en la duela, hay suficientes payasos y baleadas para perder el hilo de las cosas, de la justicia y de la realidad, hasta que esta, un día se da vuelta y nos hinca los dientes, entonces y sólo entonces, cuando nuestra hija, hermana y esposa nos cuenta que el funcionario de medio pelo le pidió algo que no estaba en el currículum, nos damos cuenta que el espanto era real y que gente como Gladiz Lanza estaban en lo cierto.




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