lunes, 6 de abril de 2015
Don Marco, ida y regreso del Magnificat de Bach a la Navidad sin Ti del Buki Mayor.
Cuando algunos hablan de Marco Coello, no pueden ocultar la urdimbre del rencor, cuando yo me acuerdo de él, siempre viene a mi la tempestad de la risa y el garabato de la locura, no sé si de joven fue como en los últimos años, pero en ese tiempo en que me tocó trabajar con él, no puedo más que recordar luces brillantes e indecoros asombrosos.
En dos ocasiones trabajé con él, y la última fue cuando yo era parte del la Orquesta del Titanic, cuando Multimedia se hundía, cuando la vaca ya no daba más leche y nos miraba con piedad como respuesta a las prestaciones y parecìa decirnos como en el Ulises de Joyce "...si más hubiera, ante tus pies lo pusiera". En ese entonces, Multimedia era la isla a la que llegaban los naúfragos de otras agencias, hombres infusos (porque sólo hombres aceptaba) que soñaban un parlamento más allá de las cuatro palabras que Eva Perón dijo alguna vez en una obra "La mesa está servida", pero don Marcos tenía su método, el cual carecìa de aristas, que iba y venía a sus anchas por toda la percepción para enojo de Willian Blake y sus bodas del cielo y el infierno.
Y el método del publicista era el caos, la frase a lo Groucho, la ocurrencia pendeja, el pavo real cruzando frente a la cámara de Buñuel, recuerdo claramente el segundo día en su empresa, me llamó a su oficina junto a Leonel Obando, Rubén Izaguirre, Moisés Godoy y un musculoso creativo llamado Zippio, solemnemente me dijo que dejara ese stándar americano de presentarle una sola idea al cliente, que en Multimedia, se revolucionaba todos los días brindándole al cliente muchas ideas, al día siguiente, el poeta de los excesos, pasó lista de los bocetos a presentar a Banco Capital y en una pizarra apuntó: Leonel Obando 15 bocetos, Rubén Izaguirre 20 bocetos, Yeco 25 bocetos, Zippio 9 bocetos, lo que desencadenó una andanada de reproches al creativo fisicoculturista y su posterior degradación a la infantería de los diseñadores.
Hoy me encontré esta foto, donde aparece joven y con pelo, y con él, los que puedo reconocer, Mauro Alcides, y creo, Josefina Pérez, a mi memoria vinieron los años que trabajé en ese lugar lleno de fantasmas y en especial aquella ocasión en que un diseñador le gritó: Culero, y él, con su extraña elegancia que podía pasar del Magnificat de Bach a la Navidad sin Ti del Buki Mayor, responderle:"...mannn estas pasado de moda, hace 40 años que esa palabra dejó de ser un insulto".
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