viernes, 15 de agosto de 2014
El sabor de Zulma Somoza
Zulma es una de la mejores chef que he conocido, cita las verduras, las carnes, los pimientos y los sabores con la autoridad de un tirano y en la cazuela les dice como combinarse y amarse al compás del fuego. En su casa, junto a la amabilidad gigante de Guido Eguigure, siempre hay una botella de vino o un vaso de ron, una larga plática y selvas de carcajadas, su mano sólo sabe ser amiga en la buenas y en las malas, cuando te quiere, te quiere con escándalo y cuando te odia, lo hace con sinceridad.
Si tocas a su puerta, seguro te esperará una sopa que te hará olvidar al hombre penco, a la mujer rufiana, al traidor de Cristo y sus 30 monedas; al hijo desconsiderado, a la hija perdida, a la madre lejana.
Yo toqué a su puerta una tarde, y desde esa hora, soy un maldito adicto a las botellas de chile habanero que me regala capaz de enloquecer a Wilbur Scoville, a los mojitos, a las aceitunas negras, a esas pechugas de pollo con alcaparras, al pollo asado con limón y pimientos; y a toda esa comida que te puede llevar a la tumba con una extraña sonrisa.
Zulma Somoza es mi chef preferida, si pudiera, bajaría un montón de santos insípidos de la inglesia y la colocaría a ella en versión repetida, para ponerle sabor a la mojigatería, pimienta al aburrimiento y escándalo a la alegría.
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