Creo que nadie ha cantado
"Jamás" de Lydia Handal como lo ha hecho Federico Ramírez, si la
religión del bolero fuera justa, esa canción sería uno de sus dogmas más
reverenciados y su voz, un dogma sin objeción. Siempre que la escucho,
me recuerda insignes boleristas latinoamericanos como Daniel Santos y Lope
Balaguer, y termino imaginando como hubiera sonado el insigne cantor acompañado de
la Sonora Matancera en aquella época sentida y romanceada como pocas.
Será que porque viene de esos
años, Federico refleja todavía la gloria de un reino perdido donde lo más
importante era el talento y no el mercadeo, donde a puro micrófono y guitarra,
saltando de cabina en cabina, las canciones se anclaban en la
memoria y se sembraban en el suelo pedregoso del corazón, sin presupuestos
millonarios, ni escándalos amorosos, por eso, cuando el Maestro Ramírez canta evoca una
ciudad perdida y fantástica, donde los relatos de niños jugando potra a las
once de la noche o las largas peregrinaciones de barrio a barrio para ir a
visitar la novia, nos parecen cuentos rocambolescos o delirios de viejo tonto.
Cuando hablás con Federico, te
das cuenta que no sabés nada de esta ciudad partida y costurada por puentes, que desconocés el Barrio Morazán, las Pastorelas que en la Navidad y Semana Santa, los
vecinos montaban en improvisados escenarios cerca de lo que hoy es el Puente
Estocolmo para representar escenas de la malograda vida del Nazareno en esta
tierra.
Se llamaba primero José, pero por
un hermano que jamás volvió, sus tías llevándole la contraria a su padre lo bautizaron fuera de la pila bautismal como Federico, luego
Merceditas Agurcia lo marcó con el Ramírez porque le molestaba el apellido Coello y porque la abuela materna del cantor así se apellidaba por eso la voz más querida de Voces Universitarias se llama así desde la era jurásica de Tegucigalpa y Comayaguela.
Mirando una foto en la que
aparecía junto al actor Felipe Acosta, decidí romper la distancia que he
guardado y acercarme a escuchar sobre una vida de la que he sido un tímido
testigo. De la mano de su tía, Federico subió a las tablas de teatro, de allí
despegó a las cabinas de radio de Emisoras Unidas y actuó desde Cuentos y
leyendas de Honduras, hasta los legendaria saga de Frijol y Gañote, bajo la
dirección de Carlos Salgado.
En la década en que mi madre y
mi padre caminaron desde la Catedral de San Pedro Sula hasta el Patria Maratón por
una promesa de amor, Federico Ramírez tenía un dueto con Belisario Romero que
se llamaba Los Herederos, cantaban la música de un famoso trío de la época
llamado los Fenicios integrado por Hernán Quezada de la Torre, Ramón Barrientos y
Salvador Lara, después formó parte de los fundadores de Voces Universitarias a
solicitud de la Federación de Estudiantes Universitarios y lo demás, es una
larga carrera musical donde abundaron más las bajadas que las subidas.
Al escuchar esa canción de
Handal, llego a la conclusión que la nave del sueño se lleva lo mejor de una
época, la música de hombres y mujeres que vivieron con amargura la falta de
amor de esta tierra a sus sueños de patria. Federico Ramírez encarna esa
amargura, en su vejez, su voz debería estar al lado de la de Compay Segundo,
quizás estar corriendo de homenaje en homenaje y sus grabaciones arraigadas al corazón.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió: "Que todo cambie, para que todo siga igual", ninguna frase más cínica que esa describe la esencia de los que han rectorado los destinos de la nación y los mayordomos encargados de cuidar el patrimonio cultural hondureño. En una tienda de música en Miami, me encontré de sorpresa una edición de lujo del humorista Leopoldo Fernández "Tres Patines" y lejos de comprarla para mi, me imaginé el día en que tuviéramos una edición de lujo de "Frijol y Gañote", o un disco grabado con una gigantesca orquesta acompañando a este ilustre cantor. Recordar es volver a tenerte…
escribió la gran Lydia Handal, miro el mar y me parece escuchar ese bolero magistral que termina siempre iluminando el camino que
nos ha traído hasta este lugar donde las olas besan la tierra que llamamos patria.
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