Después de subir y bajar la colonia que lleva su nombre, y después de conocer lo que hizo por miles de personas, hablamos por largas horas, acompañados de un buen café con el Ingeniero Elder Romero.
Yo estuve allí, y nadie fue a arengar a ninguna señora para que salieran a darle vivas al ingeniero, se bajó del carro y manos y brazos lo buscaron para abrazarlo, para decirle cuanto lo querían, caminé por esa colonia, sin miedo a mareros ni narcos y miré lo que este hombre cambió, un honor estar al lado de un gigante.
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